top of page

Fuego. Fuego. Fuego. //

Fuego de tu corazón por ese alguien a quien tu nombre no acaba por metérsele en la boca. // Fuego contra los hospitales ya macilentos de Gaza. // Fuego en las miradas que antes creían reflejarse y confundirse en el agua. // Fuego atravesando las ventanas y hecho trizas contra las pantallas, entretenidas en jugar a la nada.

Fuego en las calles, contra lo que no se comprende, contra lxs que no pueden hablar, contra aquellxs a lxs que nunca nadie dirigió la palabra. // Fuego que arde y un azul que se escapa, entre ciegos cohetes con nombre de productora porno de los 90’ y luces que no alcanzan a ser sueños ni discotecas. // Fuego sobre el cual se deshace y espera // un crisol de sentidos duros // flores de madera // plasma tiñendo ropa vieja.

Fuego. Fuego. Fuego. //

Extraño bolero de cables y yeso. Extraño oráculo de volcán y pena. Extraña tristeza de salitre que atormenta // aún // a las horas ya envenenadas que yacen en un charco de absenta.

Fuego. Fuego. Fuego. //

¿Dónde estás? ¿Dónde habitas? ¿Qué respuesta esperan tus labios y qué realidad aspira tu fe exhausta? ¿Cuánto sabes y cuánto podemos saber de la empapada y arrugada sábana que llamamos ‘realidad’? ¿Cuánto y qué podemos saber de ese conglomerado rizomático de cepas en el cual nuestros cuerpos crecen sinuosos, sensuales, mutilados, abruptos, besados y abatidos, que denominamos ‘mundo’? ¿Podemos acaso seguir hablando de ‘realidad’ aun sabiendo que nuestra palabra se dice bajo un sonido emitido desde tantas voces y estratos? Sólidos, fluidos, vaporosos, láseres… Humo, que antaño era vida y ahora motea nuestros hombros como vino sobre los manteles de seda y hueso. ¿Podemos hablar de ‘mundo’, ‘mundo humano’, ‘humanidad’ al cabo, después de Gaza y el infame silencio cómplice de las instituciones internacionales?

Fuego. Fuego. Fuego. //

¿Qué se puede decir sino aquello que se dice y se cree decir de lo que afecta, huye, percibe, crece, emociona, golpea, inspira, llora, surca, hiede, corta, moja, come, ríe, canta, llora, piensa, lacera…?

 

Magma. Magma. Magma. //

¿Dónde querríamos estar? ¿Qué mundo querríamos habitar? ¿Qué respuestas querríamos que cayera bajo nuestra responsabilidad dar al respecto de la realidad en la cual creemos vivir?

Magma. Magma. Magma. //

¿Cuánto sabemos y cuánto podemos saber de esa ‘realidad’, de ese ‘mundo’ que anhelamos que existiera? ¿Existe o sólo es un sueño? ¿Y acaso los sueños no nos preguntan también por qué jurisprudencia les ampara para ser reconocidos como parte de ese sudario que cobija ‘el presente’? ¿Acaso aquellos no horadan su legitimidad y luchan contra los cursos mortales de su forma? ¿Acaso no hienden y no nos empujan ineludiblemente con sus alas a su devenir incierto pero, después de todo, posible?

Magma. Magma. Magma. //

¿Acaso deseamos seguir pronunciando la palabra ‘realidad’ como si ésta tuviera un sentido que no debe ser decidido a cada ocasión? ¿Acaso deseamos seguir deseando desear? Deseos sólidos, fluidos, vaporosos, láseres… Estelas de agua y sueño. //

Magma. Magma. Magma. //

// ¿Cómo se puede pensar aquello que no tiene figura ni centro ni partes ni una lógica externa e inmutable a partir del cual dar forma a las ambiciones de su piel? //

 

------------------------------------------------------------------- SAGITA – MAGMA ------------------------->

Magma. Magma. Magma. //

Toda la realidad que habitamos es ‘realidad social’. No hay nada que escape fuera del horizonte de experiencias, deseos, conocimientos, valores, sueños, acciones, afectos, cuerpos, dispositivos y creencias que denominamos, siquiera sea provisional, sintética y bastardamente, ‘lo social’. ‘Mundo’. Al contrario de lo que quiso creer Kant, no hay estructuras de la experiencia cuyo hallazgo y apariencia escapen de las motivaciones históricas, psíquicas, políticas, económicas y sociales que azuzan la mirada, que espolean el bosquejo e invocan la necesidad de asegurar las mismas. No sucede tan sólo, sin embargo, que no haya experiencias crudas y neutras. Tampoco es posible aspirar a la existencia legítima y aproblemática de estructuras ni dispositivos del conocer y de la experiencia que se pretendan asépticos e impermeables, libres de la marca de agua que en cada caso deja el terreno en el cual arraigan y del cual reciben su fertilidad propia. Ese terreno es el dominio de ‘lo social’. Tal dominio es histórico, psíquico, político, económico… y mezcla imposible de realidad bruta, efectiva, material, imaginación, sueño, creencias, deseos, afectos e incluso azar… Decía Cornelius Castoriadis que ‘lo social’ no es un mero conjunto de cosas u elementos, que no puede limitarse a la asunción sobre el posible orden de una pluralidad. ‘Lo social’ no puede ser concebido como una mera lógica heredada ni como una variedad plural, múltiple y diferente, mas determinable al cabo. No se deja someter al conjunto ni a su siempre estrecha lógica. ‘Lo social’, dice el filósofo greco-francés, es un magma o, más bien, incluso, un magma de magmas.

Un magma plagado de corrientes y escorrentías, de sequías y pantanos, cuya disposición no obedece a un secreto ni fórmula descifrables —para eso habría que haber algo fuera de él—. Hay zonas lisas, vértices, valles, desiertos y profundidades oceánicas. Diferentes texturas donde los cortes de roca abisales se mezclan con manglares polinesios y donde el relieve varía, hinchándose y explotando a veces, contrayéndose otras, sin la regularidad lunar de las mareas. Lo sólido y lo líquido, láseres y vapores, se arrebujan en una inescrutable e indiscernible convivencia que sólo es pacífica bajo la tácita premisa de que todo podría explotar súbitamente, en una milésima de segundo. El magma es, en definitiva, todo el inabarcable conjunto de significaciones sociales en el cual habitamos o creemos habitar. Y, precisamente, es por esta condición ambigua, ambivalente, finita y cambiante del magma que la realidad nunca es definitiva ni el discurso se halla alguna vez acabado de una vez por todas. Es por ello que la realidad siempre está a la espera de ser dicha y re-creada, y la razón por la cual nuestros lenguajes nunca pueden ni deben detenerse en la presunción de la univocidad y acabamiento del haz de significados en los cuales nos movemos y habitamos. Es por ello, en definitiva, que ‘la realidad’ y ‘el lenguaje’ siempre aguardan el trabajo de la imaginación para emerger y encarnarse. Y que por ello también hacen que la REVOLUCIÓN no sea una tarea opcional. Aún más, sobre qué sea la ‘revolución’ misma.

Sin embargo, el trabajo insurrecto de la imaginación, su ímpetu y su munición, tampoco hallan su génesis y su sino fuera de ese mismo magma desde el cual han de emerger y hacerse presentes. Precisamente, a partir de su labor etérea y subterránea. Ese magma de significaciones imaginarias y sociales en el cual habitamos no puede existir sin el trabajo de la imaginación que se nos agencia, sin la labor de resignificación, recreación y redefinición constantes en torno a su índole, sus inercias, sus fronteras y sus energías. Mas todo ese esfuerzo, ese ímpetu, esa capacidad, tanto como la materia y habilidad para consternar, arar o malear el suelo del cual brotan siempre renovadas las significaciones que habitamos, y a través de la cuales nos hacemos ser y hacemos ser al tiempo el mundo en el cual somos… ya residen y actúan en él.

No somos entonces, como cuerpo social y como cuerpos cuyos contornos se moldean en ‘lo social’, más que pliegues, oleaje, sueños, fugas, eclosiones, deseos, contracciones, inflamaciones, exabruptos, mareas, distopías, sismos, metamorfosis, fricciones, agujeros negros. Erupciones del MAGMA.

Y sin embargo, ¿cómo en su inasequible definición y en su aparentemente irremediable albur, el magma se instituye y reclama de su institución en un ‘mundo’ de sentidos y significaciones que después de todo ‘son’ y nos permiten ‘ser’? ¿Cómo después de todo el ‘magma’ siempre se encarna en un cosmos y no se diluye en la nada? ¿Cómo podemos nosotrxs saber hoy qué espacio habitamos, dónde estamos y, entre la gama casi confusa casi infinita de posibilidades que surcan la definición posible del magma en cuyas densidades y movimientos moramos, atinar con aquellas que promueven su reproducción en vez de su propio agotamiento y precipicio?

 

 

Sagita. Sagita. Sagita. //

La «relación sagital», mentada a menudo por el filósofo francés Michel Foucault para dirimir eso que él denominó «ontología de la actualidad» —o lo que es igual, los ‘discursos y razón común acerca del ser de la actualidad’—, es concebida en geometría como aquella que refiere a la recta que une, en un arco de circunferencia, su punto medio con el de su cuerda.

 

 

La sagita traza la distancia desde el centro del arco al centro de su cuerda, determinando simultanea y respectivamente la ‘estancia’ de ambos, “cerrando” de este modo el arco. La sagita no es unidireccional ni bidireccional. Constituye, en cambio, una “vuelta sobre sí” por parte de ese espacio que conforman el arco y la cuerda, donando, al tiempo, la mensurabilidad de esa determinación ‘espacial’, que sólo se “abre” a partir de esa distancia misma que la sagita despliega en cuanto tal. Ella es, más bien, una fuente que se rebosa y agua que retorna, transfigurada, a su alfaguara. Es a través de ella, de este modo, que el arco puede ‘saberse’ arco, y sólo de este modo que del arco en cuanto espacio unidimensional pasamos al arco como superficie. Podríamos preguntarnos, ¿qué va antes, el arco o su cuerda? ¿Cómo podría trazarse la cuerda si acaso el arco no definiera y supiera previamente de sus límites? ¿Y cómo sabría de sus límites si no es por la cuerda que se tensa entre ellos? Más allá del sentido que verdaderamente puedan tener estas preguntas, lo que no podemos esquivar preguntarnos es, ¿cómo sabría o podríamos saber acaso de la cuerda y del arco sin saber de su centro, sin poder ‘reconocerse’ arco y cuerda a partir de la tensión virtual que une sus límites y mantiene su corazón en el centro, desde el cual se abren los caudales que moldean sus órganos?

Sagita. Sagita. Sagita. //

Sólo a partir de la reflexividad que pone en obra y encarna la sagita, mediante el hallazgo y ‘consciencia’ que alcanza el arco respecto de su centro, mediante ese ejercicio de autoesclarecimiento sobre sí que, en definitiva, en cuanto ‘espacio’ efectúa a partir de aquella… éste se descubre como una determinación abierta —apertura y espacio— y se introduce en el ser.

Sagita, del latín ‘sagitta’, significa saeta, flecha. De ahí se deriva asimismo el latino ‘Sagittarius’, para nosotrxs, Sagitario, ‘el Arquero’, ‘el que dispara la flecha’, al cual los dioses inscribieron en la bóveda celeste. Sagitario es el noveno signo en la secuencia del zodíaco y se asocia entre los elementos al fuego híbrido y transformador. Su representación ha sido tradicionalmente ligada a la figura del Centauro Quirón, proveniente de la mitología griega. Quirón fue concebido por Phylira, quien temerosa del acoso pasional que sufría por parte de Kronos pidió a Zeus que la convirtiera en una yegua para escapar de las espurias intenciones del titán. Kronos, sin embargo, advertido del ardid, se transformó en caballo para acabar satisfaciendo su perverso deseo, dando lugar a un vástago mitad hombre en la parte superior de su cuerpo, mitad caballo en la inferior, al cual su madre acabó abandonó posteriormente, aterrada al contemplar el fruto monstruoso de la ilegítima cópula. El centauro fue signado por la herida del abandono y de la consciencia progresiva acerca de su corrupto origen, pero también lo sería más tarde por aquella que le produjo una flecha errática de Aquiles, provocándole un tormento físico perpetuo. La inmortalidad de Quirón se convirtió entonces en su pena, siendo incapaz de escapar al dolor por toda la eternidad mientras rogaba a los dioses por su muerte. Fueron sin embargo su vulnerabilidad y su sufrimiento las causas que motivaron su compasión por los otros, llevándole a poner todo el conocimiento que había aprendido de Apolo y Artemisa, quienes se habían apiadado de su suerte y le habían criado e instruido en las artes y el saber, al servicio de sanar a los demás, llegando a ser el maestro sanador más afamado y maestro de héroes. La flecha que dispara el centauro Quirón es la flecha del conocimiento aplicado al poder benefactor de la sanación, una flecha dirigida por la empatía con el dolor ajeno y la responsabilidad con los otrxs, pero también aquella que sirvió al centauro para transformar su propio destino, logrando hallar a través de su orientación al exterior toda su plenitud posible.

SAGITA. SAGITA. SAGITA. //

MAGMA. MAGMA. MAGMA. //

La sagita geométrica es la misma sagita que tensa la vida del Centauro inmortalizado por la piedad de los dioses en el firmamento. Una vida no es diferente de un magma. Un magma no es sino al cabo vida, muchas vidas posibles. Juntas, revueltas, a menudo casi indiscernibles. Las hay gemadas, simbióticas, mitósicas, parásitas, hermafroditas... Unas más longevas que otras, otras más jánicas que una. Tantas como potencias hospeda el magma. La «relación sagital» que Foucault alumbra es aquella que se establece entre la imagen que el pensamiento compone de su realidad y la realidad misma que aquel habita. Frente a la escisión fundamental que atraviesa otras epocalidades, la nuestra sabe que no puede extraer su sino más que de allí en dónde encuentra asimismo su finitud y límite. El único Ser es aquel que surge a partir de su actualidad —política, histórica, económica, psíquica, social, ecológica, afectiva…—. En la actualidad misma del magma que espera siempre a hallar su centro, como el arco de Sagitario, para expresarse en el afecto de sí. Para devenir un sí: ERUPCIÓN.

¿Humo o magma?. Doble fantasmagórico. Fuga de su presencialidad bruta e inconmensurable —destello, fulgor, fluorescencia inefables—. En definitiva, actualidad,  vapor-actualidad. Síntesis de todo el hacer/representar social que instituye su actividad. Actividad misma que lo crea y que se promueve así, pero que también tienta una revolución contra esa escarcha formulada a partir de sí misma. Tarde o temprano. En cualquier caso, el magma aguarda instituirse como caosmos —Deleuze & Guattari—. Infinito hontanar histórico-social, nodriza incesante de imágenes que afectan y son afectadas. Institución de la eterna zozobra que azuza el pulso de sus vasos comunicantes y pluridimensionales.

El magma sólo es magma si, paradójicamente, da a luz su sagita. Magma. Sagitario que invoca su centro, y se colma y se plenifica en su tensión reflexiva, cuasidiota, cuasidivina. Magma que corre por debajo de tus pies y los hilos y microplásticos de tus Nike. Magma que sube por tus venas. Magma que excita tu corazón cuando lx ve pasar. Magma que moja y pregna tu imaginación, tu indignación, tu esperanza.

Magma. Magma. Magma. //

Magma que eres tú/yo/él/ella/elle/nosotrxs/vosotrxs/ellxs/aquellxs/ pensándonos, pensándote, pensándolos, pensándolo, pensando… Para encontrarte, para encontrarnos. Para sanarte, para sanarnos.

Sagita. Sagita. Sagita. //

Está caliente.

 

SAGITA MAGMA

 

 

[…] cuando se apoderó de su mente la locura vaticinadora y se excitó con el dios que tenía encerrado en su pecho, [Ocírroe, hija de Quirón] miró al niño y dijo: «Crece, niño, para llevar salud a todo el mundo; a ti te deberán la vida muchas veces los cuerpos mortales, a ti te será posible restituirles la vida que les han arrebatado, y cuando te hayas atrevido a hacerlo una vez, con gran indignación de los dioses, el rayo de tu abuelo te impedirá que puedas dar la vida de nuevo, y de un dios te convertirás en un cadáver exangüe y de nuevo serás un dios cuando hacia un momento eras un cadáver, y por dos veces cambiarás tu destino. También tú [Quirón], querido padre, inmortal ahora, creado según la ley de tu nacimiento para que permanezcas por todos los siglos, desearás poder morir cuando seas atormentado por la sangre de la serpiente cruel que se introdujo en tus miembros heridos; los dioses te convertirán de eterno en mortal, y las tres diosas desataran tus hilos». (Nasón, Plubio Ovidio: Metamorfosis. Libros I-V. Trad. al español de José Carlos Fernández Corte y Josefa Cantó Llorca. Madrid: Gredos, 2008, Libro II, «Ocírroe», 631-654, pp. 306-307)

bottom of page